Despedida

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Alivio y congoja del final de curso. En las universidades americanas el fulgor vegetal de mediados y finales de mayo señala el tiempo de las graduaciones y de las despedidas. La última clase de ficción y no ficción la dedicamos a esa obra maestra tan indudable, tan poco conocida, El secreto de Joe Gould, de Joseph Mitchell, la historia en dos tiempos de un vagabundo y mixtificador que es uno de los grandes héroes de la literatura, un personaje verdadero de la fauna bohemia del Village en los años cuarenta y cincuenta. La larga mesa en torno a la cual hemos conversado en todas las clases se llena de platos de comida y de botellas de refrescos, de cerveza y de vino. Puy Navarro, española de Valencia, ha traído una gran tortilla de patatas. Al día siguiente, la última sesión del taller de relato. Hemos leído en semanas sucesivas los Nueve cuentos de J.D. Salinger, que yo creía conocer bien, y que en la relectura me han descubierto una sutileza, una desolación, una poesía que cortan el aliento, que lo sumen a uno en un estado de hechizo. Como Elvira los conoce también y acaba de leer una biografía de Salinger la he invitado para que venga a hablarnos de ellos. Elvira dice, y la escuchamos muy en silencio, que lo que más afecta en esos cuentos es una sensación de maravilla inexplicada como la que tiene un niño, y también una honda dimensión espiritual. Salimos a la calle, en University Place, y al fondo, hacia el norte, sobre las arboledas de Union Square, todavía hay sol en los pisos más altos de los edificios, en la aguja lejana del Empire State. Al final de la tarde el aire tiene una fragancia de verano y de adiós.